Aunque existe una leyenda que dice que Poblet se fundó gracias a la salvación milagrosa delante del rey moro de Siurana, Almira Almominiz, de un monje llamado Poblet, que hacía vida de ermitaño en Lardeta cerca del actual emplazamiento de monasterio, la verdad es que la historia de Poblet comienza cuando Ramón Berenguer IV hizo una donación de tierras al monasterio cisterciense de Fontfreda, en Occitánia. Estos enviaron doce monjes, que fundaron el monasterio de Poblet el 1151 consagrándolo a Santa María
El que era en principio un pequeño monasterio fue incrementándose con otras donaciones del propio Ramón Berenguer IV y de nobles y señores de la comarca, llegando a ser Poblet uno de los grandes propietarios del país, con unas posesiones que abastaban desde los pastos del Pre-Pirineo hasta el norte de País Valencià.
Además Poblet llegó a tener una cierta influencia y peso político, destacándose los abates Joan Payo y Francesc Oliver, los cuales fueron presidentes de la Generalitat en los siglos XV i XVI.
El esplendor del monasterio se apagó momentáneamente en el siglo XIX (1835), cuando la Desamortización de Mendizabal obligó a los monjes a abandonar Poblet, vendiéndose sus tierras en pública subasta y sufriendo una grave expoliación.
Entonces comenzó una fase de degradación que destruyó de una forma significativa los edificios del Monasterio, llegando a un nivel de destrucción tan grande que el monasterio era casi un conjunto de ruinas.
Esta situación comenzó a cambiar el año 1921, cuando Poblet es declarado Monumento Nacional; en 1930 al crearse un Patronato que velaría por la restauración y conservación del Monasterio, y principalmente en el año 1940 cuando Poblet vuelve a tener comunidad monástica.
Desde aquella fecha, las continuas etapas de reconstrucción de los diferentes edificios han permitido que el Monasterio de Poblet tenga la majestuosidad y a la vez la sencillez que hoy conocemos, llegando a ser reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.