La tradición popular atribuía la existencia de este mirador tan espectacular a la acción del diablo. Desde esta peña hueca y abovedada como un enorme cráneo, el diablo organizaba sesiones de brujería y empujaba al abismo a todo aquel que se asomara por los balcones abiertos al vacío.
A doscientos metros bajo nosotros serpentea un rio Júcar de aguas verdeazuladas, limpias y frías formando pozas en las que viven especies muy sensibles a la pureza de las aguas como el mirlo acuático, la trucha común o la bermejuela.
Entre las frondosas y escarpadas orillas del rio encuentran un refugio tranquilo en el que vivir gran número de animales, como la nutria.
En las alturas de los inaccesibles cortados anidan diversas especies de rapaces como el águila real o el buitre leonado, que sobrevuelan estas sierra aprovechando las corrientes térmicas.
Desde esta posición privilegiada podemos dominar el cañón que ha ido labrando la fuerza erosiva del agua durante miles de años
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